Soy desinterés: Acerca de La voz de nadie, de Dárgelos

 

Soy desinterés: Acerca de La voz de nadie, de Dárgelos (Ed. Sigilo, 2024)

 


 

Se trata del segundo libro de poemas de Dárgelos (así firma, quien como Adrián Dárgelos da vida a la banda Babasónicos desde 1991). Con el lado salvaje a flor de piel, tal como aquel niño terrible de Cocteau, estos poemas inician jugando con lo que “no significa” y con una autodefinición desafiante: “Soy desinterés”. Desafiante de lo que podría ser una intelectualidad acartonada y rigurosa, ligada a una formalidad de recetas (“gramática de hilo”), a un buen decir. Mientras que acá, en La voz de nadie, la violencia rebelde del sujeto se desarrolla como una parábola vuelta collage, recortada, incompleta, interferida: contra los “trabajadores del ego”, el ritmo oscurece pequeños cristales de un mundo alternativo, lateral. Desinteresado por completarlo todo, por explicar, por llenar el formulario de lo real. En el sentido opuesto, el lenguaje se aleja de un “menú de foodtruck”, para buscar una sintonía propia.

Uno de los poemas tiene un título que me parece fabuloso: “Memoria plisada”. En varios sentidos esa imagen del pliegue sintetiza una manera de observar y de ensamblar, tanto lo que proviene de la memoria como lo que es puro presente. “Los plegados somos / huellas en arcilla mezquina”, leemos en un recorrido por ciertas fases alienantes de la historia que abre alguna rajadura al mito del retorno (“un continente animal / del que vamos y venimos”).

“Se puede escribir para nadie / como tatuajes”, ahí nos encontramos, en ese desfasaje del ego, ante y entre la voz de nadie. Inmersos, como en una cabina telefónica sólo ocupada por la luz del páramo, en palabras capaces de eyectarnos hacia lugares impensados. Siempre cercanos a las fronteras, a una sensación de huida y marginalidad, porque allí es donde los despojos de la civilización quedan en evidencia y sirven para glitchear la postal; deformar lo evidente, alterar el ritmo de lo fatal (decía aquella obra maestra de Darío: “Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto”).

Uno de los recursos que utiliza con ingenio el autor es la mezcla de lo popular y mundano con lo metafísico; así encontramos pasajes como “Ahora quiero vivir el triunfo / del sindicato de los sentidos”, o “La desesperanza tributa su propia mutual. / Hice metáfora su auditoría”. Esa construcción que también está presente en las letras de Babasónicos (“Soy víctima de un dios frágil, temperamental / que en vez de rezar por mí, se fue a bailar / se fue a la disco del lugar”, por citar un clásico), es parte del tono ya reconocible de Dárgelos, que resume una manera de mirar el mundo sin barreras de códigos de clase ni estereotipos de lo decible. La materia de lo poético es para el autor la arcilla total, y a su vez mezquina (se desgrana en lo posible, a tal velocidad que sólo nos permite un resto), de lo que tiene a su alcance. La calle no es un mero reflejo desde una torre de marfil. Hay tierra y barrio y noches agrias en la cámara de la experiencia.

El entorno trama un realismo-apocalíptico que estremece y nos invita a buscar refugios en los pensamientos; “la tormenta escupe líderes llenos de ruido y metal”, las “plataformas replican pesadillas” y “se compra placer / con trabajo ajeno”. La idea de revelación (más que la de destrucción final) nos pone ante la inquietud de la palabra: si el poema no es una respuesta ni un mensaje salvífico, ¿a dónde ir? Si en esa cabina olvidada estoy solo, ¿Será mi propia voz la que continúe la secuencia?

A punto de cruzar al otro lado, a punto de encontrar los pliegues en lo propio (como decía el poeta Alejandro Schmidt, “que sea tu signo / tu desastre”). El paso siguiente, lector/a, es tuyo. El tesoro de un camino hacia la desaparición perfecta.


Diego L. García

 

Dárgelos es cantante y compositor de Babasónicos. En 2019 publicó su primer libro de poesía, Oferta de sombras (Sigilo).

 


www.margendelpoema.blogspot.com

 

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