Una música deshilachada: Acerca de Pianista acompañante, de Eduardo Rezzano
Una música deshilachada: Acerca de Pianista acompañante, de Eduardo Rezzano (Volcán de Agua, 2024)
Es admirable cómo en medio de un contexto de crisis
inédito, las editoriales independientes siguen publicando poesía en la
Argentina. Es más, me animo a decir que refuerzan sus apuestas. Desde la
reciente antología titulada Toda poesía
es hostil al anarcocapitalismo (Pixel editora, comp. Julián Axat), a las
ediciones artesanales de Oficina Perambulante y Volcán de Agua, entre otras,
que marcan una posición política ante la industria del libro, el campo
literario entiende que la lengua poética puede poner en problemas a los
discursos agresivos del dios mercado. Pianista
acompañante es otra prueba de ello. Eduardo Rezzano vuelve con su estilo singular
para desarrollar, en esta ocasión, un autorretrato en espejos sonoros y a la
vez tan visuales como el espectro de colores de aquel viejo cuento de Lugones, “La
metamúsica” (“…Y entre la beatitud que me regalaba la grave dulzura de aquella
armonía, una especie de aura eléctrica iba helándome de pavor”), que ya casi
nadie lee. Así lo retoma esta serie de poemas:
“El piano estaba desafinado
y aprendí a reconocer las notas
como si fueran colores”
Pero volvamos al inicio del libro, que comienza de
esta manera… por el final:
“Hoy quiero hablarles
del último día”
La paradoja de una realidad es a la vez la paradoja de
sus lenguajes. No sólo de su idioma, sino de la posibilidad de narrar una vida
y de sostener una historización de las cosas. ¿Cuántas normas necesitamos
cumplir para sabernos a este lado de lo espectral? Las estructuras giran hacia
el lado opuesto del habitual, chocan con el (no) rigor y con la
inverosimilitud. Maltratan las reglas de los discursos para encontrar en esa
torsión lo poético. Es una definición y a la vez un punto de escritura
para romper el cristal de lo dicho.
“Está ambientado
en la Rusia de los zares
muy a contramano
de lo que en verdad
ocurría por aquel tiempo
ya sin zares”
“De lo que pasó en adelante
poco podríamos decir
sin alterar la naturaleza de los hechos”
Trampas del decir, poco o mucho, se trata de
intervenciones que nos emboscan en la misma tela. La imagen es la del grand jeu (picardía, equívoco, inversión,
azar: “voy a ser joven e inútil / la vida entera”), donde la gracia (lo
singular) está en perderse. En esa misma línea, “alterar la naturaleza de
los hechos” me hace pensar en las soluciones patafísicas de Alfred Jarry, un
precursor de todas esas maniobras (en algún momento) experimentales. Lo excepcional
es un punto de fuga en la línea de tiempo.
“En la habitación
había un piano
y me sentaba
dándole la espalda
Cerraba los ojos
y sonaba una música
deshilachada
que perdía entidad
cuando intentaba cantarla
o seguirla mentalmente
a través de sus modulaciones”
¿Qué pasa con el ritmo biográfico? Hay una modulación
del tiempo más bien propia de un solfeo. Una “música deshilachada”, esquiva a
la consciencia automatizada, una música que acompaña la ópera bufa de la vida
como práctica siempre inconclusa (un movimiento en clave ensayística,
desafiante, violento). Es la elección que hace el poeta para inscribirse en un tiempo y espacio. ¿Y
qué es la vida o esa vida-ficción? No vamos a meternos en semejante problema,
pero es ahí que la extrañeza de los versos encuentra su justificación. El para qué de la escritura de Rezzano
aparece en escena como un doctor Faustroll en sus islas. “Es preciso convertir
el mundo entero en música” decía otro jarryano como John Cage.
Es este también un libro sobre el regreso:
“Cuando quise volver a casa
el camino de regreso
se había vuelto intransitable
Aunque me esforzaba
en avanzar
no podía hacer otra cosa
que girar alrededor
de una cama vacía
en una habitación
sin puertas ni ventanas”
Desde la segunda parte el mundo se transforma en el
inframundo. Es la imagen del visitante. La voz del sujeto se vuelve fantasmagórica
y así puede nombrar “lo que el viento calla”. El tiempo habilita todas las
direcciones posibles. Si la intensión poética era subvertir “la realidad”, el
trasmundo es un plano más de ese proceso. Con ciertos libros uno se termina
preguntando dónde estábamos antes de comenzar. Qué ha ocurrido en medio de este
viaje que, aunque breve, algo ha sido alterado en el zumbido prolijo de nuestra
consciencia.
Diego L. García
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