Unos apuntes sobre Envíame tus poemas y te enviaré los míos, de Fabián Casas

Unos apuntes sobre Envíame tus poemas y te enviaré los míos, de Fabián Casas

(Caleta Olivia, 2021)

 


Es un libro de esos que se disfrutan, fue la primera impresión que tuve al cerrarlo. Sin dudas, Casas supo atravesar como un bólido sin desarmarse la atmósfera de una época. Es siempre un autor del momento. Como los Rolling Stones.

Nos ofrece acá una escritura empapada de lo clásico y lo barrial, que retoma y profundiza elementos reconocibles en su voz: lo visual y el cine como fuente procedimental (el cine de culto, como el de Cassavetes, por ejemplo, de quien soy extremo admirador), lo popular como materia, la sensibilidad común y la introspección sin evangelios de moda. Esa austeridad espiritual, no recta ni simple sino imprevista como sopapo zen, es un rasgo que acá, ante el abismo del después de las respuestas (acompañar al padre en sus días finales), reconfigura todo lo decible. Se trata de una serie que, señalaba Casas en una nota, se saca de encima a la literatura, y así desborda de los moldes tradicionales al emerger mediada por el dispositivo telefónico (exigencia de una escritura in situ): velocidad, uso de barras, autocorrección random, espontaneidad. Me encantan particularmente esas exploraciones, que funcionan como un recurso de fuga hacia las fronteras de los géneros; ahí es justamente donde sobrevive la creatividad.

A tal punto se sobrepasa la situación del sujeto-poeta, del hacedor de versos como artesano sistematizado, que Casas termina inventando un heterónimo: Boy Fracassa. Un antihéroe cuasi beatnik, rimbaudiano, que habita y habilita la lengua de los contornos. A Fracassa no le interesa “ya ser artista”, preferiría ligar un don mágico para el ajedrez. Nota bene: el sello Nebliplateada acaba de editar Los poemas de Boy Fracassa, libro que todavía no he podido leer pero que sin dudas ha de ser una delicia.

No se sabe hacia dónde fluyen las secuencias de estos poemas pues se van autogestando sobre la marcha. El avance del texto no necesariamente tiene una trama predefinida. El sujeto vaga por sus pensamientos y sus escenarios mínimos (un baño ajeno, un balcón solitario, una plaza cerrada, el pasillo de un PH), enfoca lo que acontece, se dispersa con los significados que lo asaltan y lo llevan a ese lugar especial: a la nota, a la concatenación de palabras que traen algo más, un plus desde lejos, una otredad que ha estado viviendo en alguna parte de sí mismo. 

Diego L. García

 

Sobre el autor: https://es.wikipedia.org/wiki/Fabi%C3%A1n_Casas

  

www.margendelpoema.blogspot.com


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